El Perdigón, un pequeño pueblo que en sus entrañas oculta cientos de bodegas con más de 600 años de antigüedad. Estrechas y laberínticas oquedades excavadas en la tierra, que sirvieron de reposo sombrío y silencioso para el vino, que abundaba en la zona siglos atrás.
Hace aproximadamente cuatro décadas se reabrieron transformadas en improvisados restaurantes. Sin embargo, mucho tiempo tuvo que pasar hasta que por fin este auténtico patrimonio cultural del pueblo recibió la atención que merecía y que con cautela habia esperado durante generaciones.
El paso del tiempo ha dejado su huella en muchas de ellas. Otras, como El Pámpano, tuvieron más suerte, y fueron restauradas con mimo para preservar su identidad.